viernes, 25 de abril de 2008

¿Qué es la salvación? Parte I

Pero éstas se han escrito, para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.
Juan 20:31


Y al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Hch 2:37

y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?
Hch 16:30

Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Ésta es la palabra de fe la cual predicamos:
Ro 10:8

Hace ya algunos años que comencé a tener la impresión de que algo andaba muy mal en la forma en que anunciábamos el Evangelio. Esto debido a que presencié fracasos fulminantes, donde los que volvieron atrás ni siquiera dieron muestras de luchar un poco; simplemente tuvieron una decepción y renunciaron a todo lo que se refería a las cosas de Dios. ¿Por qué pues nos atrevimos a bautizarlos? ¿Qué hicimos mal? ¿O todo fue culpa de ellos?

Gracias a Dios, con el pasar de los años, he ido aclarando mi gran duda sobre qué estamos haciendo mal. He llegado a la conclusión de que el problema se debe en gran parte a nuestra pobre comprensión del significado de la salvación (y su contra parte, el significado de nuestra condenación y pecaminosidad). Es un problema casi global, que sufre la gran mayoría del cristianismo moderno (como dije al principio, me incluyo en esa gran mayoría). Cada denominación tiene sus propias tendencias, pero finalmente la ignorancia prevalece.

Ahora, he encontrado una gran diferencia entre lo que decimos teóricamente que es la salvación, y lo que anunciamos en la práctica. En la teoría podemos decir cosas maravillosas acerca de la salvación, como si contestáramos a un examen y quisiéramos dar una buena impresión. Pero cuando hablamos con un pecador, solemos tirar a la basura toda la doctrina, y nuestras palabras cambian. Siendo sinceros, en la práctica, ¿qué es lo más común que decimos a las gentes que es la salvación? Otra vez, cada denominación tiene sus tendencias, pero estas son algunas de las más generales:
  • Algunos dicen que es tomar una decisión a favor de Cristo: "Decídase a entregarle su corazón al Señor, pase al frente y haga su decisión". La salvación es decidir servir a Cristo, y para no perderla hay que mantener firme esa decisión.
  • Otros dicen que es creer algo acerca de Cristo: "Si usted cree que es un pecador, y reconoce a Cristo como su único y suficiente Salvador, levante su mano y haga esta oración". La salvación es un asentimiento intelectual que automáticamente nos hace salvos, y una vez salvos para siempre salvos, aunque neguemos la fe. No siempre se afirma lo último.
  • Otros igualan la salvación a bautizarse: "Ya no haga duro su corazón y bautícese para el perdón de sus pecados". La salvación es entregarle la vida a Cristo por medio del bautismo, y para no perderla hay que guardarse en santidad.
  • Otros piensan que es una herencia familiar, una religión que nos otorga la salvación. Y no me refiero sólo a los romanistas, entre los evangélicos hay quienes afirman "haber nacido en el Evangelio". O decimos de nuestros niños que "no han conocido el pecado ni el mundo", o sea, ellos no tienen que creer y arrepentirse para ser salvos, sino no negar la religión de sus padres y continuar en ella porque comenzaron la vida siendo salvos y lo que tienen que hacer es no perder esa pureza.
  • Alguna combinación de las anteriores. Seguramente puede haber una amplia combinación de las anteriores, o también otras posturas que no se han mencionado.
Junto con esto tenemos ciertas frases mecánicas para explicar la acción de recibir la salvación: "Entregar/rendir la vida/corazón a Cristo", "recibir a Cristo en el corazón", "aceptar a Cristo como único y suficiente Salvador", etc.

¿Alguna vez has meditado en qué tan bíblico es lo que decimos? ¿Qué textos y doctrinas de las Escrituras apoyan lo dicho anteriormente? ¿De dónde sacamos ciertas frases o palabras? Por ejemplo la palabra "aceptar" ni siquiera aparece relacionada con la salvación en nuestras biblias en castellano, y entonces, ¿por qué es tan utilizada al momento de hacer un llamamiento?

Este es un tema crucial, digno de ser meditado en toda la profundidad que se merece. Ojalá que este y los siguientes comentarios míos despierten tu sed por entender la salvación de un modo profundamente Escritural.

¿Y tú que opinas?

lunes, 21 de abril de 2008

Cuidado con tus libros y tus amigos

Una red de amistades me parece una herramienta increíble para poder conocer nuevos amigos y mantenerse cerca de los ya conocidos. Sin embargo pocos parecieran ser conscientes de la enorme responsabilidad de escoger buenos amigos. La Biblia enseña que existe un poderoso autoengaño en el ser humano que lo lleva a pensar que las amistades que escoge no influyen sobre su vida, y nos hace una solemne advertencia:

No os engañéis; las malas conversaciones [es decir, compañías] corrompen las buenas costumbres. Despertad a justicia, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo. 1 Co. 15:33-34

El contexto del pasaje es el siguiente: Algunos en Corinto estaban enseñando que los muertos no resucitan, pero ¿de dónde lo habían sacado? ¿de la Biblia? ¿de otros cristianos? No, es que eran muy buenos para hacer amistad con cualquiera, y muchos de sus "amigos" filósofos griegos decían que los muertos no resucitan. ¿Les afectaban a ellos esas amistades? ¡Por supuesto que sí! ¿y a nosotros? (Por cierto, ¿somos aficionados a ver el canal de cable "Descubre Charras"?)

Este pasaje nos advierte que sin duda trataremos de engañarnos al respecto, es decir, afirmaremos que nuestro caso es especial y que a nosotros no nos va a afectar la mala amistad que estamos iniciando. Pero no, no hay error: un buen amigo es la vida y un mal amigo es la muerte. Aquí les dejo un poema de Juan de Dios Peza que es una reflexión sobre este tema, y que además lo extiende brillantemente al ámbito de los libros, lo cual es válido, porque finalmente un libro representa el pensamiento de una persona.

ELIGE OH JUAN...

Elige ¡oh Juan! un amigo
franco, sincero y honrado
que cuando estés a su lado
no extrañes no estar conmigo.

Un joven que imite a un viejo
en lo juicioso y prudente,
que te conforte y aliente
siempre que te dé un consejo.

Que se interese en tu bien,
que censure tus errores,
y en tus dichas y dolores
se alegre o sufra también.

Que nunca te incline al mal,
que no te engañe ni adule,
y te aplauda o te estimule
con desinterés igual.

No un farsante, un caballero,
por hechos, no por blasones;
que sea en todas tus acciones,
no un complice, un compañero.

Que puedas darle tu mano
sin temor de que la manche;
un ser que el alma te ensanche
cuando le llames hermano.

No le canse tu exigencia,
ni tu carácter le hostigue;
piensa bien cuánto consigue
la mutua condescendencia.

Que no ostente falsas galas;
que no oculte la verdad
y sepa que la amistad
es sólo el amor sin alas.

¡Oh, mi Juan! yo te lo digo,
por que éste mundo al cruzar
es muy difícil hallar
este tesoro: un amigo.

Y es tan grave su elección
que te lo puedo decir,
compromete al porvenir,
compromete al corazón.

Y tanto influye en la suerte
del necio que se descuida,
que un buen amigo es la vida
y un mal amigo la muerte.

Como tu dicha es mi afán
no busques falsos testigos
tus libros y tus amigos
preséntamelos, mi Juán.

JUAN DE DIOS PEZA

Así fue Calvino

He estado leyendo (por segunda ocasión consecutiva) un maravilloso libro llamado: Así fue Calvino, escrito por la señora Thea B. Van Halsema. Realmente es un libro extraordinario, que abre una puerta hacia el periodo de la Reforma protestante y nos muestra todos los acontecimientos importantes que sucedieron al rededor de la vida de este gran hombre.

El tiempo de la Reforma fue un periodo en que Dios intervino de una forma poderosa, para devolver a la humanidad el tesoro inigualable que es el Evangelio de salvación. Dios permitió que hombres eruditos como Lutero y Calvino volvieran su atención hacia las Escrituras y utilizaran toda su instrucción en interpretarlas y proclamarlas con una pasión ardiente, a pesar de la persecución y el martirio. Ellos conocieron por experiencia propia que el Evangelio es "poder de Dios para salvación a todo aquel que cree".

A diferencia de aquellos tiempos, veo con tristeza una ignorancia generalizada de las grandes doctrinas de las Escrituras, y una capacidad atrofiada para leerlas con entendimiento (es decir, respetando siempre el contexto de una frase), ya no digamos en griego y en hebreo sino en español. Creo que ya es tiempo de dejar las cisternas rotas de las técnicas humanas, y volver a beber de la Fuente de Aguas Vivas de la que bebieron los reformadores: el glorioso Evangelio, las Sagradas Escrituras, la Verdad que liberta.

Les recomiendo mucho este libro.